Vivimos una vida en la que parece que nunca hay tiempo para nada, nunca hay tiempo para acabar algo, para quedar con alguien, para llamar a un ser querido, para acordarnos de todo lo que debemos hacer y en la que nos sobra tiempo para perder el gusto por las cosas sencillas, por los placeres de la vida que sólo requieren parar el tiempo un momento, congelarlo y disfrutar. Saborear. Oler. Cerrar los ojos y sentir la calma y el silencio.
Seamos sinceros, en esta carrera para ver quién llega antes sin saber del todo a donde, si se trata realmente de nuestro donde y de lo que queremos... En esta carrera hemos olvidado bajar del mundo que gira, parar, respirar, contemplar y darnos el capricho más caro del mundo: ser felices y disfrutar de la vida.
Para mi uno de los placeres más salvajes y auténticos de la vida es la Cocina. Comer, cocinar, elaborar, saborear, mimar a mi familia a través del paladar. Beber un buen vino, escuchar buena música, poner perdida la cocina y estar descalza mientras pienso, pienso en todo lo que hay en mi vida, sin más. Creo que la Cocina y su gastronomía, sea como amateur, profesional o simple chapuzas, es una terapia excepcional para el corazón y sobre todo, esa parte tan reñida llamada razón.
No tenemos que ser Jamie Oliver, por el cual por cierto, siento una gran admiración no por que sea un buen cocinero que no lo dudo por supuesto, si no por que tras renegar de ese tipo de especulación de la gastronomía, me he rendido a sus pies y a sus conocimientos tras dedicarle un dia a cada una y todas de las recetas de su libro Jamie´s Italy, he de admitir y con muchísima felicidad, que es el primero de los muchísimos libros de cocina que tengo que enseña la real y auténtica Salsa al Pomodoro Italiana y el Ragú (lo que en España se conoce como Bolognesa). La de mi Madre, la mia Mamma. La de mi abuela, la que preparaba mi tía Marina y la única que me lanza como una catapulta hacia mi niñez con sólo olerla. Y he probado uno y cada una de sus recetas y son sencillas. divertidas y auténticas.
No todos queremos ser Jamie Oliver ni tampoco cocinar con utensilios de Le Creuset o Mauviel, por eso surgió la idea tan común hoy en día, de publicar recetas sencillas de la cocina más tradicional y casera.
La materia prima es fundamental. Hoy en día los tomates ya no saben a tomate, la fruta está llena de agua y vacía en sabor y cada vez es más complicado encontrar productos buenos en calidad y en precio, es importante encontrar la materia prima que necesitamos y con esta premisa, ya el 70% de nuestro trabajo está casi desarrollado.
Para mi, pero supongo que es por que soy Italiana, son fundamentales la hierbas aromáticas, a ser posibles plantadas en casa, en el pequeño balcón, en la ventana o en macetas. Yo siempre viajo con albahaca, y tengo de los dos tipos: Albahaca de hoja pequeña y el Basilico de hoja grande. Romero fresco, Tomillo, Menta, Laurel y Salvia son mis básicas.
La primera receta con la que vamos a inaugurar la cocina de Urban Antique es Rigatoni al Pomodoro.
Yo suelo comprar pasta Garofalo que es un poquito más cara que la Barilla pero sigue siendo muy asequible y la diferencia es abismal. La suelo comprar en Sanchez Romero y ahora la hay hasta en Vips.
Los rigatoni son una variedad de pasta que adoro, creo que junto a las Fettuccine y las Conchiglie, es la que más me gusta en absoluto. Su aspecto es como la de las tradicionales Penne pero son más grandes, no tienen punta y al tener el agujero más hondo retienen mucha más salsa en su interior.
Estos son los ingredientes para nuestros Rigatoni al Pomodoro e Basilico para 4:
500 gm de Rigatoni
400 gm de Tomate en Trocitos fresco o Triturado
Aceite de Oliva Virgen
2 dientes de ajo pelados y enteros
5 hojas de Basilico grandes
Sal
Pimienta
200 gm de Parmesano
Opcionales:
Peperoncino
Mozzarella di Bufala
La clave para esta pasta está en Il sugo al Pomodoro (Salsa de Tomate): cogemos un cazo hondo, echamos un chorro de aceite de oliva, los dos dientes de ajo enteros, el tomate troceado (un pequeño truco es añadir unos tomates Cherry o Pera cortados por nosotros y añadidos a parte), 2 hojas de Basilico y una pizca de sal. Todo junto y en crudo (en frío). Encender el fuego a media intensidad y dejar cocinar con la tapa durante unos 10 min. Siempre aconsejo no dejar de vista nunca lo que estemos cocinando y darle vueltas una y otra vez para que la salsa se haga más espesa. Cuando esto ocurra, añadimos un poco más de sal a nuestro gusto, la pimienta, las hojas restantes de Basilico y apagamos el fuego. Es importante no tener prisa en hacer la salsa: tiene que perder el agua de los tomates y convertirse en una sola salsa uniforme.
Uno de los aderezos más comunes en Italia es el Peperoncino, que yo adoro por cierto, y que es un tipo de Cayena que suele darle un toque a todos los platos.
Dejamos descansar la salsa y mientras ponemos otro cazo hondo y lleno de agua hasta arriba sobre el fuego a temperatura máxima. Antes que empiece a hervir, le echamos un puñado de sal gruesa y esperamos que alcance la temperatura perfecta (ebullición).
La pasta debe cocerse al Dente: aunque que esté al dente depende también del gusto de cada uno, es mejor que al probarla nos parezca que está demasiado crujiente entre nuestros dientes a que esté blanda. El tiempo que pasa entre que apagamos el fuego, cogemos el cazo y lo llevamos al escurridor, también se tiene que considerar a la hora de cocinar pasta. Yo personalmente nunca me fijo en los tiempos de cocción que indican las cajas de pasta, son orientativos. La pasta fresca al huevo tarda unos 3-4 minutos, sin embargo la pasta secca tarda entre 7 y 12 minutos. Un truco, al remover con una cuchara de madera el agua hirviendo con la pasta deberíamos sentir el tiempo de cocción.
Una vez escurrida la pasta, vaciamos completamente de agua el cazo y vertemos el Sugo al Pomodoro en él (que tiene que estar caliente) y lo colocamos encima del fuego que acabamos de utilizar (pero apagado). Ponemos el Parmiggiano, troceamos una mozzarella y echamos la pasta rapidamente y removemos.
Todo lo demás, al gusto. Yo suelo poner doble cantidad de Parmiggiano pero ya es decisión personal.
Y por último: una mesa, buena compañía y un lugar especial para la mente.